martes, 25 de noviembre de 2014

Hace tiempo que no te dedico sonetos y es solo porque tengo sed

No puedo besar a una mujer si no pienso que vaya a ser quererla para siempre. Y quiero a mucha gente, y de qué distintas maneras. Pero no soy consciente de que ellas quizás no me quieran nada más que para un rato. Bien, el rato es el tiempo que pases conmigo, si me quieres más aquí me tienes. No soy celoso, soy generoso y encima gozo de una saludable soltería que me ha llevado por caminos inescrutables desde la represión sexual a la falta de amor propio y ajeno con ciertos vaivenes de tensión nervioso que me impiden expresar mis deseos con claridad. Mi primer deseo, mujer, es que te calles. Sí, no digas tantas palabras, mejor, no digas ni una sola. No es porque no te quiera ni respete tus pensamientos, sino porque no necesitas expresar con palabras lo que deseas. Si te quiero ahí te tengo, ¿no? Pues no hará falta más para casarnos un tiempo juntos, aunque esos contratos imaginarios duren menos de dos meses,  y luego ya entre seis meses y cinco años sería un contrato de matrimonio real. Nadie te puede atar con un beso, pero qué beso tiene que ser y cómo de bien dado, dónde más bien, cuándo. Todas estas preguntas no interesan en absoluto cuando se trata de la persona adecuada, en el momento preciso. Sale solo, las palabras si hacen falta que lo pidan de tus labios y que no sean para poner más cerveza embriagadora que baje por tus senos y vomite después. Nadie está hablando de tu esófago, colon ni pulmones, sino cómo se mueven y a qué ritmo se cercioran mis pasos que tus latidos, inspiraciones y colores van ligados a mi. Y mi tercer deseo, pero no último, es tenerte todo el tiempo que quieras y pueda ser. Así es. Estés o no estés, vivamos o no juntos, viviremos siempre juntos mientras estemos, y seamos. Te ates o no, te dejes o no sodomizar, mi mayor tortura sería tenerte lo más cerca y no poderte tocar. Y he pasado por ese infierno varias veces y odio estar tan cuerdo como para saber que no estoy haciendo nada bien, por no hacer no estoy haciendo nada. Pero ahora de repente no puedo quererlo todo, ni a todos ni a todas sin un orden lógico de preferencias o prioridad, y siempre me he dejado lo mejor para el final. Pero si no he vivido mucho, viviré tanto lo que pueda tener como lo que no, y viviré para contarlo -válgame dios que es lo único que hago- pero espero, destino, que para la próxima me tengas reservado el camino. Porque sabré cómo llegar una vez, pero no tendré ni idea de volver a mi tristeza en el hogar vacío donde no querría saber si fuiste alguna vez mía o solo quisiste serlo.

El amor es así de egoísta, posesiva como tú sola con tus prendas y tus joyas, y tus mendas que te prendan a solas. ¡Que aprendan! Que aún queda mucho por hacerse. Y si me van a arrojar al fuego, quiero que seas tú la que sujete la antorcha y me prenda de una vez por todas el castigo por lujuria que merezco.

Quizás, al final, con un poco de mala suerte, sea unas esposas lo que merezco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario