miércoles, 26 de noviembre de 2014

Divagaciones literinarias

Quiero practicar contigo hasta que se acabe la última gota de sudor del día, rocío de atardecer un nuevo día. Vale tarde algo más que nunca, que no solo se baila de atrás adelante, pero siempre estamos avanzando. ¡Pero en qué sentido! ¿Qué relación? ¿Qué tiene sentido?
Si no quieres a tus niños más altos entonces no quieras tenerlos conmigo. Estatura media.
Pero los querría como a mi mayor obra de arte, y tú serías la arista principal de toda esta historia, y no solo yo el payaso artista. Quiero que nos riamos los dos. Quiero metafóricamente lanzarte... para que tengas que volver caminando hasta mi. Como hacer una maratón, estar lleno de golpes y rozaduras y moratones por rocas duras, mordeduras y piedras; y vuelves a casa descansando para saber por qué.
Los dolores de rodillas te los mereces de meditar, no de ponerte de rodillas sino es para Jah, apuntes a la meca o te agaches ante cualquier otro ser tan mortal como asesinable, metafóricamente... ¿estamos todos muertos cuando no sabemos el uno del otro ni estamos juntos?
¿Y si solo pudiera pasar una noche contigo? ¿Y si sólo nos fuéramos a ver 20 horas y yo ya te he visto 10? ¿Qué mitad puede vivir sabiendo lo otro si no es queriendo ignorarte como al resto de mortales?
Y que no habrá alguna estrella retórica por ahí...
¿Nadie puede hablar de hijos ni querer a los niños de otros si no tiene ni prometida promesa en el amor? Está bien que escribir no sea tan doloroso como dar a luz, pero para sacar novelas gestamos más que embarazos, dejamos más cosas por no poder llevarlas siempre a cargo o sufrimos por lo que nos damos cuenta de lo que sirven y nos pueda parecer oírnos en el pasado -o leer a un desquiciado que sólo habla de sí mismo- porque no se puede hacer de otra forma, y nos lleva tiempo, y la imparcialidad es algo que sólo podría dominar una mente insana que sepa que el inconsciente no existe más que en la medida de lo que olvides a la gente y las cosas que tienes que hacer.
¿Podrías estar horas y horas encerrado sin poder pensar nada más que en disfrutar una historia? Pues que sepas que han pasado horas y horas de calumnias y dedicación para poder disfrutar de una. ¿Y qué seríamos sin las historias, verdad? No seríamos más que animales. No podríamos fardar en los bares, pero sí ligárnoslas a todas. Cual perro salvaje que, si es que, solo con la lengua del cuerpo bastan las palabras para una introducción de lo más sarnosa y harapienta comparable a un saludo perruno rápido. Claro que, así luego ellos se huelen a distancia y suponemos que se reconocen. Y nosotros sólo podemos hacer eso en sueños. ¡Já!
Si después de tantas historias que me sobrepasan mi propio entendimiento, yendo atrás en vidas paralelas o remontándome a otras vidas de mi pasado que no sé si existieron pero que me gustaría creer que podría reencarnarme otra vez en una cosa respetable, aunque solo encuentro al ser humano como causa del respeto y desprecio. Vale que estés más alto en la cadena alimenticia, pero intenta no matarme y dejar los restos, colega.
Lo único que te pediría es que si supieras remontar y renombrar todo esto quizás serías como una especie de creador que podrías crear y amoldar tus mundos a los míos y aprender a hacer de ello una superobra, estando yo ya muerto o cobrando vida a manos de un mago de la palabra por arte de magia.

martes, 25 de noviembre de 2014

Hace tiempo que no te dedico sonetos y es solo porque tengo sed

No puedo besar a una mujer si no pienso que vaya a ser quererla para siempre. Y quiero a mucha gente, y de qué distintas maneras. Pero no soy consciente de que ellas quizás no me quieran nada más que para un rato. Bien, el rato es el tiempo que pases conmigo, si me quieres más aquí me tienes. No soy celoso, soy generoso y encima gozo de una saludable soltería que me ha llevado por caminos inescrutables desde la represión sexual a la falta de amor propio y ajeno con ciertos vaivenes de tensión nervioso que me impiden expresar mis deseos con claridad. Mi primer deseo, mujer, es que te calles. Sí, no digas tantas palabras, mejor, no digas ni una sola. No es porque no te quiera ni respete tus pensamientos, sino porque no necesitas expresar con palabras lo que deseas. Si te quiero ahí te tengo, ¿no? Pues no hará falta más para casarnos un tiempo juntos, aunque esos contratos imaginarios duren menos de dos meses,  y luego ya entre seis meses y cinco años sería un contrato de matrimonio real. Nadie te puede atar con un beso, pero qué beso tiene que ser y cómo de bien dado, dónde más bien, cuándo. Todas estas preguntas no interesan en absoluto cuando se trata de la persona adecuada, en el momento preciso. Sale solo, las palabras si hacen falta que lo pidan de tus labios y que no sean para poner más cerveza embriagadora que baje por tus senos y vomite después. Nadie está hablando de tu esófago, colon ni pulmones, sino cómo se mueven y a qué ritmo se cercioran mis pasos que tus latidos, inspiraciones y colores van ligados a mi. Y mi tercer deseo, pero no último, es tenerte todo el tiempo que quieras y pueda ser. Así es. Estés o no estés, vivamos o no juntos, viviremos siempre juntos mientras estemos, y seamos. Te ates o no, te dejes o no sodomizar, mi mayor tortura sería tenerte lo más cerca y no poderte tocar. Y he pasado por ese infierno varias veces y odio estar tan cuerdo como para saber que no estoy haciendo nada bien, por no hacer no estoy haciendo nada. Pero ahora de repente no puedo quererlo todo, ni a todos ni a todas sin un orden lógico de preferencias o prioridad, y siempre me he dejado lo mejor para el final. Pero si no he vivido mucho, viviré tanto lo que pueda tener como lo que no, y viviré para contarlo -válgame dios que es lo único que hago- pero espero, destino, que para la próxima me tengas reservado el camino. Porque sabré cómo llegar una vez, pero no tendré ni idea de volver a mi tristeza en el hogar vacío donde no querría saber si fuiste alguna vez mía o solo quisiste serlo.

El amor es así de egoísta, posesiva como tú sola con tus prendas y tus joyas, y tus mendas que te prendan a solas. ¡Que aprendan! Que aún queda mucho por hacerse. Y si me van a arrojar al fuego, quiero que seas tú la que sujete la antorcha y me prenda de una vez por todas el castigo por lujuria que merezco.

Quizás, al final, con un poco de mala suerte, sea unas esposas lo que merezco.