domingo, 8 de noviembre de 2015

Ayer morí, lo juro.

Juro que ayer morí, aunque sea un instante. Dicen que los orgasmos son como microinfartos. Pues juro haber estado muerto una fracción de segundo, y volver a la vida después de evitar atragantarme con los restos de un vómito y una cena que se me repitió, desde el baño de la sala del concierto hasta la salida, junto aun banco donde yacía durante unos nanosegundos.
Juro que morí, ayer morí después de lanzar también limón cual ave en defensa. Morí un poco cuando oí todo aquello, que el metal podía sonar melancólico y que un alcohólico no se lleva bien con un fumeta.
Quizá morí para empezar otra vida. La vida de estrellita de rock no es para mi, y mucho menos sin tocar mi guitarra, con la que me peleo a diario casi tanto como pelármela.
Pero ayer morí, y lo juro, hoy soy un hombre nuevo, en pleno derecho de sus facultades, aunque no vaya a la universidad. Ayer morí, lo puedo asegurar, no científicamente. Pero habiendo muerto una vez, ¿quién me asegura no volver a pasarlo? ¿Cuántas veces se puede ganar a la muerte? La respuesta puede que la tengan los gatos: más de una.