miércoles, 1 de abril de 2020

LA INEVITABLE CONTINUIDAD DEL SER

Hay veces que me gustaría dejar de existir.

O, como diría Descartes, dejar de pensar.

No ser un nexo de ideas, no ser algo material, no saber dónde estoy ni voy a estar luego.
No ver lo mismo de siempre, en la misma casa, no tener mi cuerpo destrozado por los años
y las inevitables circunstancias que lo dañan cada día.
Me gustaría desaparecer.

De la misma forma que una sociedad ignora a sus artistas mientras banagloria viejas glorias pasadas,
y las idealiza en un altar que, puede, incluso, no se den cuenta que ya tenían.
Que aquellos grandes escritores vivían de escribir. Que aquellos grandes músicos
han llegado hasta nuestros oídos porque eran escuchados.
Que antes, antiguamente, había menos charlatán y más artista al que se le hacía caso
pues eran muchas las horas y no tantas las obras a quienes aburrían en sus fascinantes y maravillosas vidas
de no saber qué comer mañana, qué empleo iban a tener pero que,
por desgracia o suerte (según se mire) tenían.


Supervivientes, gente que hasta cobra en sus más frívolas casas y alquerías cuando la lluvia se ha ensanchado con sus cosechas,
el Estado les paga por no trabajar.
Hay gente a la que el Estado le paga por respirar. O todos nosotros le pagamos los respiradores a los que no podían.
Y todo eso me parece muy bien.

Lo que no hago propio es que se me avasalle con que deba trabajar cuando no sé ni por dónde tomar un camino a seguir,
yo solo, en mis 13 sabiendo que ni de lo uno ni de lo otro hay oportunidad ya, si quiera.
Que artista era aquel que esculpía el granito o mármol, pagado por vete tú a saber quién,
y te convertía algo de una mera cantera troglodita, con pequeños actos de rabia contenida en un martillo, a través del cincel,
en una obra de arte. Y no contento con eso, te escribía en escritura especular, pintaba la capilla sixtina, te inventaba aparatos que aún hoy en día funcionaban
si alguien les hubiese tomado en serio como ingenieros o científicos autodidactas y que,
para matar el tiempo, te hacían la Mona Lisa.


Luego llegaron los físicos a traer más preguntas que respuestas con las que estar entretenidos,
los químicos a los que nadie hacía caso y a sus drogas, a los que la gente les hizo demasiado caso y,
justo justito después la música de los grandes autores de la historia.
Los estilos, las fiestas, la vida en general.
Y no solo eso, dejando a un lado la compleja evolución de una simple fotografía en una gran obra de arte y de culto audiovisual
proyectada en salas gigantes con cientos de asientos para 3 personas.
Llegó, incluso de nuestras salas, internet con todo lo bueno que conllevaba eso.
Y a su vez nos unía a una generación de idiotas que no sabe ni leer ni escribir aunque millones lo intenten en vano,
pues ni aprenden ni dejan una enseñanza que valga la pena.

Gente, la mayoría, conectada al momento con cualquier persona del mundo (un poco relativamente)
que, sin embargo, no se ha preparado de aprender a tener algo que decir.
Solo se dicen plamplinipolleces. Soplagaitas escoceses, alcohólicos anónimos enrabiados por internet,
y aún así parece que eso es mejor que no ser escuchado en absoluto.
Está muy bien para la gente que tiene muchos amigos y les gusta cuidarlos,
pero la gente solitaria que vive instrospectiva, buscando ordenar sus ideas, sentar la cabeza... ¡por Dios! Si no sirve ni para encontrar trabajo.
Ningún trabajo, pues no lo hay.
Ni para recoger naranjas sirvo sino me dejan probra.
Vivimos en la era de la crisis existencial, con la ilusión de que puedes hacer de todo,
pero no puedes hacer nada.

Antes, con todo por descubrir, te pagaban el viaje para que te perdieras en la mar y creyeras encontrar las Indias.
—¿Y bien —se preguntó Colón—, y dónde está el curry?
Y se trajo patatas.
Manda huevos.
No mucho después, alguien, probablemente alguna mujer, hizo una tortilla de patatas.
[Y digo lo de "probablemente una mujer" porque los logros femeninos son rápidamente vilipendiados y silenciados, aunque no crean que es algo que se les haga únicamente a ellas].


El silencio que provoca el universo al acabar una obra es el mismo que el vacío que sentiría un director de cine en presencia del inicio de los créditos al final de su obra,
ya sin aplausos. (La gente es muy agradecida, pero dejaron de ser completos idiotas hace tiempo).
Pon un contador en la salas y que cobren en función de eso, y mañana están cerrados todos los teatros, cines y salas de espectáculos variados.
Lo único que quedaría abierto es el Congreso.
Aunque esa función de circo nunca la entendí demasiado.


La música de antes era compuesta de oidos que escuchaba siempre lo mismo porque no había otra cosa y querían cambiarlo.
Hoy puedes oír cualquier cosa, y solo quieres escuchar a aquellos mismos que escuchaban las mismas cuatro cosas. Bueno,
eso no ha cambiado mucho. Salvo la oferta.
Hay más demanda que nunca por la capacidad de llegar a través del medio,
pero no hay ni un medio, ni formas de llegar a la gente.
Si quiera es fácil o ya no hay, trabajar en o con una discográfica, por ejemplo,
con exigencias bajo demanda.
Como si hacer un éxito no fuera fácil, pero ¿quién lo iba a escuchar?¿Y para qué hacerlo si eso no te iba a llenar?

Ni los bolsillos se llenan ya, ni las arcas hacen nada por la cultura, ni hay trabajo artístico,
y sin embargo, parece que el futuro solo apunta hacia la creatividad.
Disciplina, trabajo duro... todo lo que tu quieras. Talento. Sí. Trabajar.
Parece que vamos a cobrar por no hacer nada.
Un sueldo o salario mínimo para todos, y luego allá qué hagas con tu dinero.

No te faltará alimento que llevar a la boca con la nevera llena, o vacía, habiendo un supermercado al lado;
pero, ¿quién enriquece nuestras almas?¿Qué ser se responsabilizaría de llenar a gente vacia que poco aprecia —o nada—
el arte sentido de verdad por el alma si al final todo ocupa lo mismo y tiene el mismo espacio, mas una competencia brutal?
¿De qué sirve dar y tratar a todos lo mismo, por igual, creando más competencia con gente "vaga" sin capacidad ni valor social
(como se nos trata o tilda a los artistas) sin oficio ni beneficio. Normal. Si no somos capaces de vendernos para poner un pan
en la boca, ¿cómo va a llegar esa otra moneda por el que la vida parece haber girado siempre, secretamente, sin que podamos luego
entender de qué va?
¿No puede ser que Bob Marley se equivocara?¿Acaso un empresario no pone su corazón en conseguir algún beneficio o provecho para sí mismo,
a través de aportar algo de eso a la sociedad?

¿Qué valor tendremos como ser humano si sucumbimos a la necesidad moral de ayudar a todo aquel que, quizá, no necesite ser ayudado
sino tratado con humanidad?
Porque no somos capaces de ahorrar sin un trabajo para invertir o salir adelante.

¿Por qué no se encarga el comunismo de colocarnos en un espacio, o cerca de un trabajo, con una casa (y ya puestos, por qué no) con una madre y 3 hijos?
Porque con dos no basta para aumentar la falta de remplazo.

En el futuro el país vacío, será o estará más vaciado si se siguen haciendo políticas derrotistas.
Como quien gasta y apuesta todo el dinero en las papeletas para que le toque y luego tiene que pagar al Estado.
—¡Ahora que tenía premio seguro! —y seguro que el premio era menor que el gasto.
Pues lo mismo, pero igual.

¿Hacia dónde nos lleva y depara la sociedad si no hay ni un 90% de empleos en el futuro creados
o para los que nos puedan preparar?

¿Está el arte entre alguno de ellos?¿Servirá para que te tomen en serio?¿Ser autodidacta no tuvo valor una vez?
¿De qué sirve estudiar si luego no vas a poder trabajar?
Está muy bien hacer o aprender lo que te guste, pero si ni si quiera te va a servir de nada, menos para tu trabajo,
hacer compañeros, ¿por qué no hacerlo solo en casa?

Tenemos una ventana al mundo abierta constantemente para nosotros que parece que no se acabe. Incansable.
Inagotable. Con capacidad para entretenernos hasta el fin de los tiempos.
Quizá no. Quizá menos.
Está, más o menos, orientado a un público. A una generación. A una sociedad o país o lengua.
A pesar de que hay verdaderas obras de arte para el universo entero en el que se reduce nuestra existencia en la Tierra.

Entonces, ¿por qué contentarse con hacer algo para unos pocos... o para nadie?
¿Para qué sirve pues escribir, componer, cantar o bailar solo en casa si nadie te va a escuchar?
No es lo mismo que te haga feliz a ti, si lo que necesitas o pides es ayuda, un poco de empatía,
sentimientos que te arrebata una obra
como si las emociones estuvieran contadas
y no te los devuelve nunca más.
Como si de un pequeño retrato de Dorian Gray se tratara.

A medida que más y más doy, y de más deuda de trabajo me cargo,
menos beneficio o más valor le doy a la capacidad de convertir en oro el vómito, o la mierda.
Cualquier cosa puede valer una fortuna.
Mira la mierda de gineta, mira el vómito de ballena (el ámbar) con el que se apesta a otras ballenas ricas en grasas.

Hemos llegado a unos límites de gilipollez insospechados. Hemos llegado a una estupidez, conjuntamente, absurda que asombra.
Hemos llegado a los más altos limites de lo humanamente permisible en lo que a basura se refiere, literal y figuradamente.
Aunque ya lo decía un genio brillante: "Conocemos el precio de todo, y el valor de nada."

¿Cuántos más como él nos perderemos?¿Cuántos más pervertiremos en el camino creyendo que son genios, y no meros intérpretes, como otros tantos
juguetes rotos masacrados por la tele y la fama?
¿De qué sirve tener una vida triste o feliz sino puedes cumplir con nada?
¿Para qué tener una vida miserable de mierda si llegas tarde para estrella joven corrompida, adolescente famoso acabado,
o no tienes ni la oportunidad de llegar a adulto irresponsable drogadicto.

El club de la lucha se queda anticuado.
Ahora el problema, mi problema, es que "ser una estrella de rock" (por ejemplo) es más alcanzable si quiera que un puesto normal y corriente,
pero que la lucha (las luchas) por el mundo del arte son difíciles, y no nos prepararon nunca para ello. Para una maratón.
Para una carrera de fondo por pegaros o competir con otros que están dentro, están entrando o salieron ya hace bastante
por los cuales no pagan derechos ya, si quiera, en internet.