miércoles, 2 de diciembre de 2020
La carencia del valor del aburrimiento
Esos incomprendidos que prefieren estar incomprensiblemente solos en lugar de en buena compañía.
Y no me malinterpreten. Cualquiera está encantado de estar en una buena compañía. Y cuánto más mejor.
Pero alguien así, genial, aprecia más el valor que tiene la comunicación por encima de la plática. Ésto es porque saben que tiene la información un valor intrínseco dentro del ser humano que fluye entre consumo y cervezas de la vida.
No confundir la soledad con el aburrimiento. La soledad es la desesperanza total de contacto humano y la falta total de empatía en un futuro. Sea el que sea.
El aburrimiento consiste en NO hacer nada MIENTRAS pasan cosas.
Y es ahí el quid de la cuestión. No sólo pasan cosas, sino que el cerebro —tu cerebro— sigue activo y procesando, salvo excepción o carencia intelectual, por lo que llega a discurrir esas cosas a las que en conversación y charlas corrientes no se llegan.
Raro es que existan conversaciones sin filtro en las cuales se compartan pensamientos profundos en vez de pláticas basadas en un tema, persona o sentimiento. "¡Estamos vivos! Celebrémoslo." Está claro, pero... el pensamiento mágico, por el que se caracteriza el genio, trata de discurrir para llegar a conclusiones útiles o que puedan ayudar (o incluso animar) a la gente.
Por esto la gente inteligente es la más graciosa. Aunque sea algo incluso accidental. Por la capacidad de procesamiento que ponen en práctica —en su mayoría— lejos de libreta y papel. Aunque se tenga memoria para apuntar las cosas, al final lo que se necesita para llegar a conclusiones inconclusas por la mayoría de seres humanos es, además de papel y boli para dejar registro de ello, tiempo en el que procesar la soledad.
viernes, 26 de octubre de 2018
Disney ¿Feminista? — Una de princesas...
Ya sabemos que Caperucita NO era feminista. No tiene la conclusión de que los hombres son peligrosos pues le salvó el Cazador a Caperucita, para eso disfrazaron al "mal" de lobo parlante, sino que el mal puede esconderse en caras amables (como la piel de tu propia abuelita). Es decir, que debe haber por ahí abuelas asesinas o malvadas o malévolas.
Como la de Blancanieves. Una historia sobre necrofilia en la que todo el mundo entiende la analogía o metáfora del "beso romántico" (el primero) como un polvo. Claro; una mujer se adueña de la casa de unos enanitos y les hace la ama de ésta y, como no se realiza ni está satisfecha en su situación con esos siete tíos pequeños que "no dan la talla" pues, eso.
La Cenicienta tiene otras salidas como el [Spoiler] por qué coño el zapatito de cristal no se convierte otra vez a lo que era. Sí que el Príncipe tendría derecho a salir con la que quisiera, por muy humildes que fueran. Una mujer, que, por cierto, cree en la magia y en las "hadas madrinas", pero seguramente no conozca "el poder" de un simple sastre ni tampoco conozca el valor de una tienda de "alquiler por horas". De hecho, la conclusión aquí está clara: es mejor quedarse como estás con un sueldo de limpiadora del hogar que casarte y tenerlo que hacer gratis.
Y la Bella Durmiente al revés es una mujer que encuentra un hombre, se "besan" y acaba durmiendo. Y se despierta pinchándose con una rueca (que a saber quién coño sabe hoy en día lo que es eso).
domingo, 29 de abril de 2018
El valor del arte en la artística ciudad de Valencia
En Valencia vivimos una especie de vacío artístico por la clase de gente pseudo-intelectual culturalmente que da un gran falso valor -mero entretenimiento o excusa para salir o tomar- con la música en directo y cine (cortometrajes...) en versión original... eso sí, subtitulada.
No dándole así el valor que merece al producto interior bruto de calidad porque existe esa dejadez de dejar de mirar hacia dentro si no es nuestro propio culo, a pesar de la calidad que pueda haber o residir en o dentro de la ciudad, siendo esta nada más y nada menos que una ciudad de paso para artistas, pero que no acoje, recoge ni fomenta el arte puro local.
Parece mentira que teniendo un Berklee como ninguna otra ciudad del mundo se les olvide que el verdadero sentido o comunicación (de los sentimientos, y, en sí mismo, de las personas) valore más el conocimiento del inglés que de la música como medio de transmisión no solo oral sino espiritual, como hacia Prince, quien prefería hablar tocando o con música a simplemente verbalizar sin cantar.