lunes, 28 de marzo de 2016

La paradoja de la seguridad

A medida que hemos crecido y asentándonos, hemos ganado en seguridad, pero hemos perdido el interés por el olfato. Me explico:
Vivimos en casas infranqueables, entre muros de hormigón y con ventanas o ventanales bien altos por donde nos llegan todo tipo de olores, incluido el de él o ella, el de esa persona, que nos enamora y que, quizá, por eso nos impide abandonar la cercanía y la falsa seguridad de que podamos reencontrarnos alguna vez.
Alejados del "corralito", que es el ser humano calentándose así mismo en un grupo cercano, y sin la protección de éste, nos estamos volviendo más individuos individuales e individualizados que parece que no tengamos que depender ni de nuestro instinto olfativo al ser un fallo o error tan si quiera el creer que podemos utilizarlo para encontrar, por ejemplo, a alguien.
De ser una sociedad primitiva, como no hemos dejado de ser pero nos hemos puesto tales barreras físicas, podríamos acercarnos cuales animales salvajes para poder acercarnos intuitivamente a ras de suelo donde duerme o descansa esa persona para quererla, protegerla o incluso estar con ella para siempre.
En lugar de eso, hemos preferido evolutivamente debido a nuestras dotes de construcción -que son mayores que las de la confianza- a crear esos muros y paredes de carga que se cargan nuestras opciones y posibilidades de estar con alguien, de tener que reducirlo a mera causalidad encontrarse en algún lugar de destino compartido.
Esa es la paradoja de la seguridad, nuestra soledad confinada entre cuatro o más paredes, que no nos protege de lo que sentimos nosotros mismos sino que nos aísla de una sociedad en constante crecimiento y preocupación por el prójimo, pero hay cosas que no podremos cambiar.

sábado, 26 de marzo de 2016

Apuntes increíbles

Es increíble cómo los propios apuntes, meros papeles, adquieren cualidades del 3D
no por no estar ordenados
sino por las circunstancias de lo que implica qué dice.
Hay papeles que tienen una piedra pequeña encima y pesan más, otros que se arrugan de formas múltiples
y otros que se pintan y manchan de colores y figuras geométricas muy curiosas
como si la propia gravedad hiciera de lo suyo revelándote qué sentimiento hay detrás de un número anotado, por ejemplo.
Y otros tantos papeles y números de móvil acaban en el cenicero incendiados como falta de cigarrillos para dialogar.

martes, 22 de marzo de 2016

Qué mundo más enfermo.

Dijo tras cerrar su ventana al mundo virtual.

Cambio de mentalidad naturalizada


A partir de hoy voy a dedicarme a cuerpo y alma a cambiar el mundo como pueda y mejor sé, y quien me quiera ayudar conseguirá que cambiemos desde la salud y el envejecimiento humano o la aparición de cáncer hasta la prevención prematura de problemas que van desde lo respiratorio al cáncer, incluído de estómago.
Con medidas contra el sistema establecido -tesis de mi último guion que no pude realizar [Véase la primera parte del corto más arriba]-, contra las farmacéuticas, tabacaleras, podemos ahorrar en el futuro en sanidad y preparar nuestra sociedad para un mejor envejecimiento. Además de nuestra salubre dieta mediterránea.

Empezando por la fabricación en serie de:

sábado, 2 de enero de 2016

Volviendo a casa?

¿Dónde vamos con tanta prisa? ¿Para qué saludar simplemente a alguien con quien queremos platicar si no vamos a volver a verlo en mucho tiempo? ¿De qué sirve quejarse de la soledad y no hacer algo por evitarlo si pasamos la mayor parte del tiempo solos con nuestros pensamientos, de qué sirve no poder compartirlos?
Estoy cansado de ver a la gente o cruzarme con ella y no poder conocerla, que no lleve a nada ni mucho menos a buen puerto. -Hola -Hey -Gr... (sí, a veces llega a ser solo un gruñido).
Y ni qué tal, ni cómo estás, ni qué cuentas (cuya respuesta muchas veces suele ser "Nada")...
Si tan efímeros somos, ¿por qué no contarnos las guarradas, bestialidades y secretos más íntimos?
Convirtamos nuestra existencia para aquellos allegados en algo interesante, no algo que dejar de lado o de lo que pasar por convención social. Que tengamos algo interesante que contar. La mayoría del tiempo no somos más que muermos. ¿De qué nos sirve poder hablar si no tenemos nada interesante o divertido que comunicar? Y pensamos, ¿para qué hacerlo? Si cuando salude va a seguir su camino.
Seguro que nadie se ha girado para ver si le seguían o cambiaban de dirección para con el vecino.
Que podamos llevar nuestra conversación o pensamientos internos a alguien sea para entretener o para divagar sobre lo que sea, tecnología, amistad, familia, política...
Si no somos capaces de atar a alguien a nuestras cadenas, para que siga nuestros pasos, nos daremos cuenta al final de la vida que no hay nadie detrás. Que nadie nos sigue. Que seguimos estando solos como cuando venimos al mundo. Desnudémonos ante el otro como si supiera leer nuestros pensamientos. Que no se nos quede en un rinconcito de nuestra alma amargado en un lado el sentimiento que queríamos sacar pero no pudimos por no envalentonarnos. Que una cerveza o unas copas de más sean la fuerza para hacerlo o la compañía con quien emborrachar a nuestro hígado.
No quiero que nos arrepintamos después de no haber preguntado, haber seguido o haber hecho algo cuando tuvimos oportunidad. Perder nuestra oportunidad en el metro, en un tren tras la despedida de una amiga que podía haber sido algo más, o el simple hecho de cruzarse con un conocido y pasar de largo no vuelva a pasar... ¿Y si no vuelve a pasar? Deberíamos poder cogerlo por la mano, por los codos, o por los pelos, según las ganas que se tengan de estar con esa persona, y llevárselo a un parque a preguntarse el por qué seguimos pasando de lado por nosotros mismos, por qué entre la gente que queremos. No lo entiendo. Así no seremos nunca capaces de seguir la corriente, el cauce de nuestro propio río que es la vida presente y llegar a buen o mal puerto, da igual, el caso es vivir, y que la vida sea llevada por nosotros. No solo tomar las riendas, sino atar nuestros hilos a unos cuantos caballos y decirle a cualquiera que se suba al carruaje con nosotros que pasará la mejor noche de sus vidas. Aunque no sea algo sexual, por mucho que se piense que el sexo es el hilo conductor de todo deseo en la noche. Aún nos quedan muchas batallas que ganar, charlas que contar y espíritus que ensalzar. Porque hablar mal de alguien solo debería servir para unirnos más... sin que el otro esté delante. Para que podamos disfrutar las noches como dios manda, y como Dios dicte, sigamos el cauce de nuestra vida que va a parar al mar. Porque cuando estemos muertos nadie nos recordará, pero aquellas anécdotas que quedaron en vida serán el recuerdo de alguien más.
Hasta que podamos calar en los corazones de algunos nietos... debemos seguir adentrándonos en la noche. Quién sabe. Si tienes suerte, si llegas a más, a triunfar en la vida, puede que tengas hijos a quienes contar tus aventuras en la gran ciudad.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Etapas de un músico

Un músico tiene varias etapas en la evolución musical, que coinciden o concuerdan, mejor dicho, con diferentes drogas y sus efectos:
Aquí enumero las siguientes etapas (que no de potencia):

  • Mariguana: Entra siempre tarde a todos los compases y se le olvidan los tonos. Resultado: síncopas o retardandos dignas de un retarder y sonidos psicodélicos, mayormente porque se le olvidó conectar el jak al instrumento.
  • Alcohol: Esta fase se caracteriza por una fase de experimentación sexual y digital con el instrumento que pasa por hacer muchos vibratos, mayormente aleatorios, y que entorpece o impide sobre un escenario "dar la nota". El resultado suele ser entrar en la tonalidad equivocada en un solo, o fumarse una parte de la canción, asemejándose a la primera fase.
  • Cocaína: Si bien se caracteriza por estar en consonancia con los demás, siempre denotará una profunda sensación de euforia que viene acompañada por sonidos distorsionados y alejados de la realidad que debería sonar. Decadentemente, como resultado, suele ser un maremagnum de confusiones de sonidos y pedales, que por extraño que parezca, algo tiene que ver con la anterior fase. Recomendación: cogerse un buen pedal.
  • Éxtasis: Exacervación del sentimiento de escuchar la música, tanto como para olvidar tu propio instrmento. Resultado catastrófico si estás en una improvisación de jazz. Algo que con la primera sustancia podría ser pasable.
  • LSD: Finalmente, la última fase de entre otras muchas otras posibles, pasa por sacar unos sonidos de Wah-wah psicodélicos, donde el músico por fin puede poner a prueba todos sus conocimientos en el instrumento y practicar a compaginar las partituras (si las tiene, como las tablas) con la voz añadiendo un resultado sobresaliente además de unas composiciones dignas de ser escuchadas, no sin embargo sus quejas. 
Por último, suele estar la faceta de las exigencias, que si bien no es una droga, cualquier músico famoso podría pedir y deberías de estar preparado para poder llevar si quieres disfrutar de un concierto sin quejas ante la organización.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Ayer morí, lo juro.

Juro que ayer morí, aunque sea un instante. Dicen que los orgasmos son como microinfartos. Pues juro haber estado muerto una fracción de segundo, y volver a la vida después de evitar atragantarme con los restos de un vómito y una cena que se me repitió, desde el baño de la sala del concierto hasta la salida, junto aun banco donde yacía durante unos nanosegundos.
Juro que morí, ayer morí después de lanzar también limón cual ave en defensa. Morí un poco cuando oí todo aquello, que el metal podía sonar melancólico y que un alcohólico no se lleva bien con un fumeta.
Quizá morí para empezar otra vida. La vida de estrellita de rock no es para mi, y mucho menos sin tocar mi guitarra, con la que me peleo a diario casi tanto como pelármela.
Pero ayer morí, y lo juro, hoy soy un hombre nuevo, en pleno derecho de sus facultades, aunque no vaya a la universidad. Ayer morí, lo puedo asegurar, no científicamente. Pero habiendo muerto una vez, ¿quién me asegura no volver a pasarlo? ¿Cuántas veces se puede ganar a la muerte? La respuesta puede que la tengan los gatos: más de una.