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viernes, 7 de agosto de 2020

Poema político, marinero

 En éste barco que es España


tenemos el timón encallado

virando en una dirección todo el rato

gobernado mal por unos pocos

sin un capitán claro,

o claro, con un "capitán" que le importa poco el barco.

Con unos marineros que "desatan" clavos

que se preocupan más por los polvos mágicos 

de campanilla

que porque el barco llegue a puerto,

o en buena dirección.


Los dirigentes, el capitán,

en el carajo.

Importándole un grajo

todo lo que pase abajo,

e incluso al frente.


Ni "tierra a la vista"

ni avisar de abordajes.


Al carajo le importa un carajo todo.

De ahí lo de "jeta", caradura.


Pues no hace ni su trabajo.


Mirar por España,

pues aunque debería estar timonando,

no se encuentra ni en la proa,

ni a estribor del barco.

Está tumbado a la bartola,

mandado al carajo,

sin hacer nada,

pasando de las rocas,

arrecifes y tierras

que darían una oportunidad al menos,

para no encallar con ésta tormenta que se avecina cerca,

para no callar sobre su incompetencia,

mientras el resto de marineros

vagan sin saber qué hacer,

señalando a uno y a otro lado,

sobretodo a estribor,

sin ton ni son,

sin sentido (pues son tontos)

porque

con uno con el brazo estirado que apunta hacia algún lado

el resto de marineros —piratas, más bien, corsarios

de agua dulce que nunca han navegado en tierras si quiera

inhóspitas y salvajes—, simple

y llanamente, como ellos son,

miran directamente al garfio.


¿Se puede estar en mejores manos?

sábado, 26 de marzo de 2016

Apuntes increíbles

Es increíble cómo los propios apuntes, meros papeles, adquieren cualidades del 3D
no por no estar ordenados
sino por las circunstancias de lo que implica qué dice.
Hay papeles que tienen una piedra pequeña encima y pesan más, otros que se arrugan de formas múltiples
y otros que se pintan y manchan de colores y figuras geométricas muy curiosas
como si la propia gravedad hiciera de lo suyo revelándote qué sentimiento hay detrás de un número anotado, por ejemplo.
Y otros tantos papeles y números de móvil acaban en el cenicero incendiados como falta de cigarrillos para dialogar.